“Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.” Génesis 6:5

En 2024, se reportaron más de 450 conflictos armados activos en todo el mundo, millones de casos de explotación infantil y una cifra récord de violencia, robos, secuestros, homicidios y muchos crímenes más en todo lugar. Estas estadísticas no son solo número, son una evidencia tangible de que el corazón humano sigue inclinándose al mal. Ahora, imagina un tiempo donde no había leyes, límites ni conciencia colectiva del bien. Ese era el mundo antidiluviano: una humanidad gobernada por el egoísmo, la violencia y el pecado desenfrenado.
¿Por qué Dios decidió enviar el diluvio? Dios no tomó esta decisión a la ligera. Él no creó al ser humano para destruirlo, sino para vivir en comunión con él. No obstante, cuando el pecado domina, las consecuencias son devastadoras. Si Dios hubiera permitido que la humanidad continuara en ese camino, pronto se habrían autodestruido. El diluvio no fue un acto de venganza, sino de justicia y misericordia. Fue un reinicio necesario para preservar lo bueno y permitir que la vida floreciera de nuevo.
Sin embargo, hay algo que muchas personas que critican el diluvio no tienen en cuenta. Dios no ejecutó el juicio de inmediato. En Su paciencia, dio al mundo 100 años para arrepentirse. Durante ese tiempo, Noé, un hombre justo, construyó el arca y predicó acerca de la necesidad de volver a Dios. Pero, en lugar de escuchar, la gente se burlaba. Para ellos, Noé era un loco, un fanático. El mensaje de arrepentimiento fue rechazado una y otra vez.
Cuando las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer, el tono cambió. Ya no había risas ni burlas. En su desesperación, la gente buscó refugio, pero era demasiado tarde. Este tipo de arrepentimiento no nace de un corazón contrito (verdaderamente arrepentido), sino de un deseo de escapar del castigo. Es el mismo tipo de actitud que vemos cuando alguien dice estar arrepentido solo porque fue atrapado.
Jesús dijo: “Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:37). Hoy, al igual que entonces, la humanidad vive como si Dios no existiera. Se ridiculizan las advertencias, se descarta Su Palabra y la gracia de Dios es constantemente ignorada. Sin embargo, al igual que en los días de Noé, Dios está extendiendo Su paciencia. Cada día que vivimos es una oportunidad para arrepentirnos y volvernos a Él.
¿Cómo podemos aceptar la gracia de Dios?
- Reconocer nuestra condición: Como dice Romanos 3:23, “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. No somos diferentes a los hombres y mujeres del tiempo de Noé. También necesitamos Su gracia.
- Responder al llamado: Dios sigue enviando “Noés” a nuestra vida: amigos, predicadores, mensajes en Su Palabra. Escucha Su voz mientras aún hay tiempo.
- Un arrepentimiento genuino: El verdadero arrepentimiento no busca escapar de las consecuencias, sino restaurar nuestra relación con Dios.
El diluvio no es solo una historia del pasado; es una advertencia y una invitación. Así como Dios abrió las puertas del arca en los días de Noé, hoy nos llama a entrar bajo el refugio de Su gracia a través de Cristo.
“El Señor no tarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.” 2 Pedro 3:9.
