“Y dijo Dios: Esta es la señal del pacto que yo establezco entre mí y vosotros y todo ser viviente que está con vosotros, por siglos perpetuos: mi arco he puesto en las nubes, el cual será por señal del pacto entre mí y la tierra.” Génesis 9:12-13

Un arcoíris no es solo un espectáculo visual; es un fenómeno que ocurre cuando la luz del sol atraviesa gotas de agua suspendidas en el aire, descomponiéndose en los colores que conocemos. Pero más allá de su explicación física, el arcoíris tiene un significado profundo: representa la promesa de Dios. Después del diluvio, cuando la humanidad estaba empezando de nuevo, Dios estableció este símbolo como un recordatorio eterno de que nunca más destruiría la tierra con agua. Antes del diluvio no llovía, y la aparición del arcoíris tras la lluvia fue algo nuevo y lleno de esperanza.
Las promesas de Dios son reales, concretas y confiables, incluso cuando las circunstancias parecen decir lo contrario. Recuerdo una época en mi vida que marcó mi fe. Me habían sacado del lugar donde vivía porque no podía pagar el alquiler. Era una elección constante: estudiar, trabajar o comer. En mi caso, muchas veces comer quedaba al final de la lista. Recuerdo días en las que, junto con algunos compañeros, íbamos al restaurante de la universidad con la esperanza de que quedara algo. A veces había un plato de sopa sencillo, con arveja, papa y zanahoria. Para intentar animar a mis amigos, les decía: “¡Miren! Tenemos todos los nutrientes: la arveja nos da proteína, la papa es el carbohidrato y la zanahoria hace de verdura”. Intentaba encontrar algo positivo en medio de las dificultades.
Había momentos en los que la desesperación tocaba la puerta. Recuerdo una noche en particular, sentado en un rincón oscuro, sintiendo que las fuerzas me abandonaban. Pero en medio de ese vacío, algo en mi corazón se aferró a las promesas de Dios. Nunca dudé de que Él estaba conmigo, incluso en la aparente ausencia de todo lo que un ser humano necesita para vivir. Siempre, de alguna forma inexplicable, Dios proveía. No era solo la comida, era la certeza de que su cuidado estaba ahí, aun cuando no podía verlo claramente.
Así como el arcoíris en el cielo recordó a Noé y a la humanidad el pacto de Dios, hay promesas en la Biblia que fortalecen nuestra fe. “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.” (Isaías 41:10). Estas palabras no solo son para momentos de calma, sino para los días en los que parece que todo se derrumba. Dios nos asegura que es fiel, como lo dice en Hebreos 10:23: “Fiel es el que prometió”.
Cuando mires un arcoíris, recuerda que no es solo un fenómeno natural. Es un recordatorio visible de que Dios nunca olvida sus promesas. Así como proveyó para mí en momentos de necesidad, puede hacerlo contigo. Aunque las circunstancias te griten lo contrario, Dios no cambia. Sus promesas son eternas y Él cumple cada una de ellas.
